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Leticia Molinari

OBJETOS DESTINADOS A LA MÚSICA

Entre el público asiduo a los teatros, podemos decir que existe un consenso acerca de lo que es una orquesta: su sola mención evoca una agrupación de instrumentos reconocidos por tradición como musicales que, bajo el mando de un director, interpreta sinfonías, conciertos, óperas y otras formas musicales. En consecuencia, también queda claro qué es un instrumento musical y qué no y tal vez por ello sorprende cuando objetos cotidianos, desde herramientas a juguetes, comparten escenario con violines, vientos o percusión.

En 1882, en conmemoración de la difícil resistencia rusa ante el avance del ejército francés que los invadía, se estrenó la Obertura Solemne 1812 (1880) del compositor ruso Piotr Tchaikovsky. Esta obra está poblada de citas del himno francés y del himno imperial ruso, si bien por 1812 el primero estaba prohibido por Napoleón y el segundo se compuso unas décadas después, que a lo largo de la obra destacan unas sobre otras según el devenir de las batallas. Tchaikovsky pensó en un concierto al aire libre a fin de sumar a la orquesta el campanario de la iglesia y la artillería, pues con disparos de cañón confirmaba la victoria del ejército ruso. Si bien no se estrenó de este modo, así trascendió y se popularizó su representación.

Más fácil que incorporar cañones a la orquesta, es agregar unos yunques, como hizo el músico italiano Giuseppe Verdi en el segundo acto de su ópera Il Trovatore (1853), ambientada en el s. XV. En la escena del Coro de los gitanos, donde se muestra el trabajo con metal del pueblo romaní, Verdi suma a la nutrida plantilla orquestal el martilleo rítmico de dos yunques que pueden verse en el escenario en manos de sendos intérpretes.

Pero para las grandes escalas en las que pensaba y producía música Richard Wagner, dos yunques eran poco e incorporó dieciocho de tres diferentes tamaños (los pidió ¡afinados en Fa!) para representar el trabajo de enanos esclavizados en El Oro del Rin. Se trata del primer drama musical de su tetralogía El Anillo del Nibelungo (estreno 1869); en el interludio entre la segunda y tercera escena, el Descenso al Nibelheim, Wagner detalló la disposición de los yunques detrás del escenario muy alejados entre sí y al fondo, derecha e izquierda, mientras la orquesta toda se ubicaba en un foso como era su costumbre. Sin instrumentos a la vista y en la oscuridad del teatro, ambas innovaciones wagnerianas de concierto, el público podía seguir la complejísima trama que se desarrollaba en el escenario sin distracciones e inmerso en la rica sonoridad orquestal.

El gusto por los escondites y los yunques continúa con Gustav Mahler, un compositor y director bohemio que en sus sinfonías detalla la distribución dentro y fuera del escenario de una plantilla numerosa y variada de instrumentos; algunas de sus indicaciones aclaran “en una galería muy grande”, “a la distancia”, “la mayor cantidad posible”, “2 o más campanas y juntarlas con campanillas de pastoreo, en un sitio indeterminado o fuera de escenario". Además incluía liras, mandolinas, armonio y otros instrumentos poco frecuentes en la orquesta. Pero lo que más llamaba la atención era la percusión: “solo faltan bocinas”, bromeaban los críticos de entonces. En 1904 Mahler compuso la Sinfonía n°6, conocida luego como La Trágica pues “En el último movimiento se describió a sí mismo y su caída o, como dijo más tarde, la de su héroe. «Es el héroe, sobre el que caen tres golpes del destino, el último de los cuales lo derriba como se derriba un árbol», fueron sus palabras.” Así lo describió Alma Mahler, su esposa; los golpes que presagian malos tiempos están a cargo de “Martillos (denso yunque de madera, con mazo)” que, en el video, puede visualizarse junto a la tuba.

Poco a poco la orquesta se fue transformando en una agrupación cambiante y diversa donde encontraron lugar instrumentos tradicionales, de última generación y ancestrales; estos ensambles responden a las necesidades sonoras del compositor quien, ante la falta de un sonido en particular, crea el modo de obtenerlo, acompañado por el desarrollo de la tecnología y libre de echar mano a cuanta cosa pudiera serle útil o de inventar.


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