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Leticia Molinari

LUDWIG EN VIAJE A LAS ESTRELLAS

Lo que acaso desconozcan los escolares es que el autor de tales melodías aparece retratado con un gesto tan gruñón y severo como el de Sarmiento, solo que aquel contaba con una alborotada cabellera que envidiaría el inmortal maestro sanjuanino. La semblanza de Beethoven parece estar en consonancia con su carácter rebelde que no dudaba en confrontar con la nobleza y hacer valer sus derechos en los albores del s. XIX. Plasmó en la música sus convicciones con gran pasión cual “tempestad que conmueve nuestros ánimos” pero que, paradójicamente y como sucede con tanta música abstracta o instrumental, facilitó que se la usara a conveniencia: la Oda a la Alegría de su Sinfonía n°9 fue cantada por la libertad de presos políticos y estudiantes, en festejos de independencias, unificaciones nacionales e infinidad de causas humanitarias; con igual convicción, y por el fervor que despertaba, fue la música preferida de dictadores y tiranos por lo que el músico Hans Eisler refiriéndose al texto del poeta Schiller, dijo: “Todos los hombres serán hermanos menos los judíos, los negros y muchos otros”.

Tal vez lo que nunca sospechó Beethoven es que su desafiante búsqueda de límites en la música lo llevaría a los confines del universo a doscientos cincuenta años de su nacimiento: el quinto movimiento de su Cuarteto de Cuerdas op.130 (1826) este año ingresó al espacio interestelar en un disco que transporta la sonda espacial Voyager II (1977) junto a logros de la humanidad. Se trata de un Adagio molto espressivo para el cual Beethoven eligió el nombre Cavatina tomado de la ópera y cuya composición le hizo derramar lágrimas, según anotó en sus cuadernos.

Estos cuadernos contienen conversaciones que escribía debido a su sordera, apuntes musicales y comentarios personales que revelan no sólo momentos de profunda tristeza o fuertes enojos sino también un cotidiano sentido del humor. Entre sus seis canciones op.75 se encuentra una muy original historia de un rey encariñado con una pulga; en Había una vez un rey para voz y piano sobre un poema de Goethe (1810), la música y la digitación escritas por Beethoven dan cuenta de los saltos de la respetable pulga y de la incomodidad que toda su familia generaba en la corte. En otra ocasión, y nuevamente riéndose de la realeza, compuso un canon inspirado en aquel noble que, no habiendo asistido al concierto, pidió la partitura al compositor a fin de hacer interpretar la música en su palacio; entonces, Beethoven envió a su secretario para pedir a cambio el pago de la entrada: “¿Debe ser?” preguntó el aristócrata, y la respuesta fue: Debe ser! (WoO196, 1826). Este tema fue luego utilizado en el cuarto movimiento de La difícil Decisión, su último Cuarteto de cuerdas (N°16, op.135, 1826). Beethoven no solo apuntaba a la monarquía, también se divertía componiendo cánones en los que jugaba con apellidos de sus contemporáneos, tal el caso del inventor Nepomuk Mäelzel (Ta ta ta lieber Mäelzel Ta ta ta querido Mäelzel, en alusión al metrónomo, WoO162, 1812) o de los compositores Friedrich Kuhlau (Kühl nicht lau, Tibio pero no frío, WoO191, 1825) y Carl Schwenke (Schwencke dich ohne Schwänke, Dé vueltas sin travesuras, WoO187, 1825).

Hay mucho humor en su forma de tratar el lenguaje musical, donde también hay revoluciones, pasiones, sorpresas, desvíos… y tanto más que hace que su música desafíe tiempos y espacios; a decir de Stravinsky, es una música que suena “siempre contemporánea”.


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