MUCHAS MANOS EN UN PIANO PUEDE SER DIVERTIDO
El método tradicional de estudio de un instrumento musical es solitario, requiere de horas de práctica y concentración individual que en muchas ocasiones da su fruto en la soledad de un escenario, con excepción de la música de cámara o sinfónica. Por ello cuando el intérprete, en este caso pianista, tiene ocasión de compartir música con otros es una fiesta, sea en el mismo piano o en otros pianos lo cual redunda no solo en una sonoridad más amplia sino además una multiplicidad de recursos expresivos y texturales.
Estas posibilidades musicales fueron una gran tentación para los músicos que compusieron y arreglaron obras propias y ajenas abultando el repertorio de formaciones camarísticas con diferente número de teclados y tecladistas. Así, las transcripciones para ocho manos en dos pianos brindaban la posibilidad de conocer no solo el repertorio sinfónico del s. XX, por caso algunas sinfonías de Dimitri Shostakovich y la Danza del Sable de Aram Katchaturian, sino también la Rapsodia de Liszt y la Danza Macabra de Saint-Saëns, ambas del s. XIX. Si bien existen obras originales para esta formación son muy escasas y poco conocidas como sucede con Shooting Stars Galop del británico Gustav Holst (1874-1934); pero ya en épocas anteriores al piano, en pleno s. XVIII, J.S. Bach compuso tres conciertos para ocho manos en cuatro claves: del Concerto en la menor podemos escuchar también en su versión para 10 teclados.
J.S. Bach escribió otros tres conciertos para seis manos en tres claves (Concerto en re menor) y al parecer fue él quien inició esta tradición que continuaron entre otros su pícaro nieto, Wilhelm Friedrich Bach (1759-1845) con Dreyblatt. Se trata de una obra expresamente escrita para un pianista masculino que debe sentarse entre dos señoritas ¡y estar dotado de largos brazos!, este trío busca solucionar la incomodidad propia de la interpretación abrazándose por arriba o bien cruzándose por abajo. Un siglo después, el jovencísimo Sergei Rachmaninov compuso Vals y Romance (1890/1) y en 1948 el argentino Mauricio Kagel escribió El Juramento Hipocrático una representación de teatro musical para tres manos izquierdas en un mismo piano que según el autor “fue mi vendetta al mal cuidado postoperatorio en ese servicio del hospital (Colonia, Alemania). El juramento aparece en código Morse por medio de golpes en la caja del piano.” Resulta casi imposible no bromear con tremendo amontonamiento frente al teclado y no hay que olvidar las divertidas interpretaciones casi teatrales de arreglos que nutren el catálogo de obras (El Vuelo del Moscardon, 1899/1900, Rimsky-Korsakov).
Como no podía ser de otro modo, el incansable J.S. Bach también compuso tres conciertos para cuatro manos en dos teclados con orquesta de cuerdas (al igual que todos los anteriores) siendo frecuente en su época esta formación tanto de claves como de órganos para los que Antonio Soler compuso el Concerto en Re Mayor. De hecho, el repertorio para dos pianos es nutrido y llega al presente casi sin interrupción pasando por Mozart (Sonata en Re Mayor) y Brahms (Sonata en fa menor) hasta Lutoslawsky (Variaciones sobre un tema de Paganini) o Debussy (En blanco y negro, suite para cuatro manos en dos pianos) entre tantos otros.
Claude Debussy estudió en el Conservatorio de París y tuvo de maestro a Albert Lavignac (1846-1916), un musicólogo pocos años mayor que él, por entonces muy reconocido por sus textos teóricos y sus propuestas de enseñanza, al punto que sus Solfeos -escritos junto a Lemoine y Carulli- han resonado por las aulas de los conservatorios de estas latitudes. Desarrolló teorías acerca de la relación entre grupos instrumentales y cuadros o entre tonalidades y colores; por ejemplo, Re Mayor es “alegre, brillante y atenta” y es la clave elegida para su Galop Marche originalmente escrita para cuatro manos en dos pianos pero que luego decidió ampliar a dieciséis manos en los mismos dos teclados. Este arreglo abrió el campo de bromas a muchas posibilidades interpretativas como dieciséis manos en cuatro pianos y tal vez el punto de comicidad más alto con doce pianistas en un piano. No es difícil entender por qué esta es su obra más conocida.