SCRIABIN, EL PROMETEO
No bromeaba Alexander Scriabin cuando escribió “Yo soy Dios”; por el contrario, estaba influido por corrientes de pensamiento que, a fines del s.XIX y comienzos del s.XX, intentaban explicar los misterios del universo y del ser humano invocando una nueva cultura más allá de cualquier nacionalismo. Este músico ruso (1872-1915) creía ser un mesías, un elegido que, cual “superhombre”, salvaría al mundo con su música; sin embargo no fue el único, pues muchos músicos antes y después de él soñaron con el poder transformador de la música. Scriabin compuso música compleja y muy variada desde sus primeras obras más próximas al romanticismo (“Estudio para piano, do#m, op2, nº1”, disponible en https://youtu.be/NSsKJIzwapA?list=PLRkN9rep-454QjFS8s_MUAEBU1Yg4HwD9) hasta sus más tardías (“Sonata para piano, op70, nº10” en https://youtu.be/oxqX_Y2TKGM) en las que muestra una inclinación hacia el atonalismo. Fue admirado en su época y en el presente: en 1988 un astrónomo descubrió el asteroide 6549, se lo dedicó llamándolo “Scriabin” con lo que pasó a integrar la lista de los 86 asteroides dedicados a compositores! Scriabin poseía dotes excepcionales por las que se sentía un prodigio: intérprete y compositor virtuoso y temprano, con percepción sinestésica (“puedo oír colores” decía), inventor, poeta y excéntrica personalidad. En realidad, compartió estos rasgos con otros creadores de la historia, pero lo que sí lo diferenció de ellos fue la influencia que tuvieron sus creencias en su música: la grandilocuencia de obras orquestales, su tendencia a obras en un movimiento que expresan la importancia de la “unicidad”, la terminología mística de títulos, textos y secciones, la búsqueda de una estética contemplativa. A modo de ejemplo, “El Poema del Éxtasis” (“sinfonía nº4, op.54”,1905-8, disponible en https://youtu.be/HAnVrdQ3qFk) es un poema sinfónico para gran orquesta, en un movimiento de 3 partes denominadas “Su alma en la orgía de amor”, “La realización de un fantástico sueño” y “La gloria de su propio arte”; se basa en su “Poema Orgiástico”, en el cual busca confrontar el principio sensual femenino con la fuerza del elemento masculino. Su afán por representar musicalmente sus creencias se plasmó en la estructura, la organización interna de densidades y las armonías de sus obras: su llamado “acorde místico”, construido por intervalos de cuartas, abre el siguiente poema sinfónico, “Prometeo. El poema del Fuego” (“sinfonía nº5, op.60”, 1911, disponible en https://youtu.be/5GEwho6Dbnc). En esta obra, el acorde representa el caos inicial en el mito de quien robara el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres, la orquesta representa al entorno, el piano es el hombre creador, la partitura tiene muchas indicaciones de estados emocionales, interviene un coro sin texto y la plantilla instrumental incluye un órgano de luces que Scriabin hizo construir; el órgano se tocaba como un piano pero emitía luces en vez de sonidos, para proyectar en una pantalla colores asociados al desarrollo armónico y relacionados con ideas de materia y creatividad. La obra pudo estrenarse recién en 1915 en New York, con todos los requisitos escénicos pero con la tecnología de entonces, por lo cual la puesta final distó mucho de lo que imaginó Scriabin. En sus últimos años proyectó la creación de una obra mesiánica de una semana de duración que permaneció inconclusa hasta que un discípulo la completó y redujo a una versión de casi tres horas como se la interpreta actualmente (disponible en https://youtu.be/V4YSysUn-Bk). Se llama “Mysterium” y en ella apela a todos los sentidos con luces, perfumes, danza y música; se asemeja a un rito pues en la interpretación intervienen todos los presentes, no hay público y su partitura contiene minuciosas indicaciones para la realización a los pies del Himalaya. Hoy los artistas nos han acostumbrado a los proyectos multimediales donde la música dialoga con las otras manifestaciones artísticas, al arte destinado a sitios específicos, a la participación colectiva y a la intervención colaborativa; pero hace más de un siglo, una creación tan compleja era una excentricidad para muchos y solo unos pocos consideraron que tal vez Scriabin vislumbraba el arte por venir. Ellos lo apodaron “el padre de la música del futuro”. PH: Interlude.hk 300 × 283