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Leticia Molinari

LA MÚSICA DE CÁMARA Y…KAGEL


“soy producto de muchas mezclas; esa es la causa de que sentirme cosmopolita sea un sentimiento tan íntimo para mí” Kagel comenzó componer en 1955; por entonces Pierre Boulez conoció sus primeras piezas instrumentales y electroacústicas y le sugirió viajar a Europa. Fue así que en 1957 se instaló definitivamente en Alemania y siempre reconoció estar agradecido "de haber nacido allí (en Argentina) y de no pertenecer a la idiosincrasia europea, que es muy centrípeta, que cree que todo nació y se sigue cocinando aquí"; tal cosmopolitismo se expresa en muchas de sus obras (Tango alemán, 1978 https://youtu.be/ldBvff4xckQ). A lo largo de las diferentes etapas de su prolífica producción es posible encontrar ciertos rasgos estéticos que lo caracterizan; uno de ellos se da cuando, en el período de los años ’70, Kagel vuelve la mirada hacia la música clásica de la gran tradición académica. Lo demuestra en el desarrollo y original tratamiento del género escénico a través de películas, en su música teatral y óperas, en su interés en desarmar técnicas y recursos compositivos de entonces y resignificarlos como en “Fantasía para órgano y obligado” obra en la cual la parte “obligada” son sonidos ambiente (https://youtu.be/BWF4pEV_FWU 1967). Otro sello distintivo de su obra es el atravesamiento trágico-humorístico audiovisual como él mismo manifestó, e incluso "A veces, el humor que hay en la obra toma formas de pesadilla" (fragmento de “Ludwig van”, 1970, disponible en https://youtu.be/_-KoEofNim4). Un ejemplo que resulta muy cercano a los latinoamericanos es “Diez marchas para malograr una victoria” de 1978-79 para instrumentos de viento y percusión (“Marcha nº 1” en https://youtu.be/ixglpb7ELbk), compuesta durante los años en que el continente era sacudido por violentas dictaduras y cuyo título se debe a que “no deseo ninguna marcha que pueda servir para conquistar una victoria”.Si bien Kagel dejó claro que no tener “ninguna posición ideológica respecto de la música”, nunca se desvinculó del devenir y sentir americanos. Para esta parte del mundo, el mes de octubre remite a otro comienzo, choques y encuentros, asimilaciones y revoluciones que se escribieron con sangre y se instalaron en la piel, el lenguaje, el pensamiento. Kagel aborda este hito en “Mare nostrum. Descubrimiento, liberación y conversión del Mediterráneo por una tribu del Amazonas” (1975); una pieza de música teatral para orquesta de cámara y voces en la cual confronta la dicotomía dominador-dominado y plantea la otredad mediada por la incomprensión y atravesada por la violencia. En la puesta en escena se distribuyen un director y dos cantantes con accesorios sonoros y de percusión, los europeos sometidos en la voz del contratenor y el barítono para la cuidadosa narración dialectal del indígena conquistador sobreviviente. Estas fuertes diferencias están expuestas bajo un velo de humor, una suerte de elusión que hace más amigable el tránsito por la cruel realidad (versión de la “Marcha Turca“ de Mozart). En su desarrollo, rasgos de la cultura de blancos e indígenas están presentes -no sin cierto dejo burlón- en los materiales compositivos, la tímbrica instrumental y el tratamiento vocal, evidentes en las sucesivas evocaciones musicales, ambientales e históricas, (https://youtu.be/tkK3hC-pV-4?list=PLBF5B0DF4E687C12B). Cosmopolitismo, tradición y humor confluyen en la escena; la lírica y la música de esta obra transpola la colonización en tiempo y espacio, una suerte de reivindicación de cada 12 de octubre.

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